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Aprendiz de crápula (Parte 2)

Creo que estoy a punto de vaciarme, la tía es buena. Levantándola en brazos la llevo hasta la cama que comparto cada noche con Emma y la tumbo boca arriba. Miro su desnudez, su gesto entre cohibido y anhelante, cogiéndose los pechos y agachándo la mirada, rehuyendo mis ojos, antes de tumbarme sobre ella y separar sus piernas con las mías. Voy metiéndome en ella, despacio, sintiendo el calor que desprende y como sus músculos se contraen empujándome más y más adentro. Está ansiosa, salgo unos pocos centímetros y todo su ser tiembla, como si su vida dependiese de tenerme llenandola por entero.

—Please, David —se retuerce, me susurra suplicante—. ¡Please!

Juro que parece estar a punto de echarse a llorar, así que decido complacerla. De un golpe seco la lleno, Diana se arquea, eleva sus caderas para unirnos aún más, mientras deja caer la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados y volviendo a morderse el labio inferior. ¡Como me gusta verla hacer eso!

Salgo de ella y le cojo las manos, se las pongo por encima de la cabeza y lleno su boca con mi lengua, sabe a fresa. Mis labios se deslizan por su cuello y sigo bajando por su diminuto pecho y por el vientre, hasta terminar hundiendo mi cabeza entre sus piernas. Esto la excita aún más. Se retuerce con mi lengua entre sus labios y juraría que ha tenido ya dos o tres orgasmos.

—¡Fóllame! —pide en su particular castellano—. ¡Fuck me, please!

Dándome la espalda, se sienta y puedo notar como sus labios y sus músculos se van abriendo según me voy metiendo en ella, pero se detiene a medio camino. Emma acaba de llegar a casa, escuchamos sus llaves en la cerradura.

—Don't worry —digo—. Is my wife.

Tiro de ella y consigo entrar por entero dentro de Diana, justo en este momento mi mujer entra en nuestra habitación, vestida con su uniforme de Policía y su pistola a la cintura. Emma nos mira desde el quicio de la puerta y Diana, lejos de asustarse, parece haberse puesto aún más caliente.

—Hi, Diana —saluda Emma.

Diana toma el control y se mueve, mirando a Emma y como mi esposa se pone de rodillas entre nuestras piernas y la hace parar. Me hace salir de Diana y llena de saliva mi entrepierna antes de poner la punta contra el ano de mi invitada, ahora su invitada también. Está apretado, me cuesta entrar. Me parece que es la primera vez que alguien, o algo, intenta invadirla por ahí. He de tener mucho cuidado para no hacerle daño. Poco a poco va cediendo y Diana termina llenándose de mí.

—It's so big —sus dedos se crispan, se sujeta a mis sábanas como si quisiese hacerlas girones—. ¡Oh my God! —me muevo, ella se mueve, primero despacio y después más rápido—. ¡Yes, yes, yes!

Emma, separándole los labios, busca con su lengua su clítoris. Chupa todo su sexo y le introduce dos dedos mientras Diana y yo, incapaces de parar, alcanzamos un orgasmo que nos deja sin aliento, sintiendo una corriente eléctrica que nace de entre nuestras piernas, sube por la columna y se expande por cada una de las células de nuestros cuerpos. La he llenado, mi semen en su recto la hace gritar de placer y se deja caer sobre el colchón, convulsionando, llorando de placer y riéndose como una loca. Mi pene sale, fláccido y viscoso y mis ojos se cierran.

Emma se tumba entre Diana y yo y las escucho hablar. Mi mujer le pregunta si le gusta más conmigo o con su novio. Me estoy durmiendo pero escucho claramente como le contesta que conmigo. Estoy ya en los campos de Morfeo pero juraría que escucho como Emma le dice a Diana que Johny estaba donde le había dicho, que no le costó convencerle pero que le duró muy poco.

Cuando mis ojos vuelven a abrirse, mi mujer está desnuda a mi lado, zarandeándome hasta despertarme. La miro y dejo que su mano suba y baje por mi pecho, antes de mandarme a hacer el desayuno. Distingo la silueta de la pequeña camarera con la cabeza entre las piernas de mi esposa.

—¡Joder! Qué bien lo hace —besándome me sonríe.

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